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Buda respeto el deseo de la gente de practicar su propia fe. Si disfrutas meditando andando, practica la meditación andando. Si disfrutas meditando sentado, practica la meditación sentado. Si te separas de tus raíces no podrás ser feliz.

Los cuatro inc. estados son: el amor, la compasión, la alegría y la ecuanimidad. Estos forman parte de la naturaleza de una persona iluminada. Son los cuatro aspectos del verdadero amor que hay en nuestro interior, en todos los seres y en todas las cosas.


 El primer aspecto del verdadero amor es la intención y capacidad de ofrecer alegría y felicidad. Para desarrollar esa capacidad, debemos hacer la práctica de observar y escuchar profundamente, para saber qué debemos hacer y qué no debemos hacer para que los demás sean felices. Si ofreces a la persona que amas algo que no necesita no es amor verdadero. Debes percibir su situación real, de lo contrario lo que le ofrezcas puede causarle infelicidad. Puede que tu intención sea buena, pero sin comprensión correcta no estarás en la senda del verdadero amor.
Todos necesitamos amor. El amor nos aporta alegría y bienestar. Es tan natural como el aire; el aire fresco es absolutamente necesario para ser felices.

Para poder ser amados, debemos amar, lo cual significa que debemos ser capaces de comprender. Para que nuestro amor continúe debemos adoptar la acción o la no-acción apropiada para proteger el aire, los árboles y el ser amado.
Debemos utilizar el lenguaje con más cuidado para no enfermar a las palabras. Hay quienes utilizan la palabra amor con el significado de deseo o apetito, como en “Amo las hamburguesas”. Amor es una bella palabra, debemos reestablecer su significado. En el Budismo el principal significado del amor es el de amistad.

Todos tenemos en nosotros las semillas del amor. Podemos desarrollar esta maravillosa fuente de energía, alimentar el incondicional amor que no espera nada a cambio. Cuando comprendemos profundamente a alguien, incluso a alguien que nos lastimó, no podemos evitar amarle.

El segundo aspecto del verdadero amor es la intención y la capacidad de transformar el sufrimiento y aliviar los pesares. Esto puede llamarse Compasión (com acompañando / pasión sufrir). (- La pasión, cualquiera sea su causa, implica sufrimiento. -) Aunque no necesitemos sufrir para eliminar el sufrimiento de otra persona vamos a utilizar la palabra Compasión para denominar al segundo aspecto hasta que encontremos otra mejor.

Para desarrollar la Compasión debemos practicar la respiración conciente, y escuchar y observar profundamente. La compasión implica un profundo interés por los demás. Sabes que la otra persona está sufriendo así que te sientas cerca de ella. La observas y la escuchas atentamente para poder sentir su dolor. Estableces una profunda comunicación, una profunda comunión con ella y con esto basta para que se sienta mejor.

Una palabra una acción o un pensamiento compasivo pueden disminuir el sufrimiento de otra persona y proporcionarle alegría. Una palabra puede aportar consuelo y confianza, desvanecer las dudas, ayudar a alguien a no cometer un error, solucionar un conflicto o abrir la puerta hacia la liberación. Una acción puede salvar la vida de una persona o ayudarla a aprovechar una oportunidad excepcional. Un pensamiento puede actuar del mismo modo porque conduce a las palabras y las acciones. Si tienes un corazón compasivo, cada palabra y acción pueden realizar un milagro.

A pesar de ver al mundo lleno de sufrimiento, Buda conserva su bella sonrisa porque tiene la suficiente comprensión, serenidad y fuerza como para no dejarse abrumar por el sufrimiento. Es capaz de sonreír al sufrimiento porque sabe cómo afrontarlo y transformarlo.

El tercer elemento del verdadero amor es la alegría. El verdadero amor siempre da alegría, tanto a nosotros como a la persona amada. Si nuestro amor no proporciona alegría a ambas partes, quiere decir que no es verdadero amor.
No nos precipitamos hacia el futuro, puesto que sabemos que todo se halla aquí, en el momento presente. Existe una gran cantidad de pequeñas cosas que pueden proporcionarnos una gran alegría, como el hecho de ser concientes de tener los ojos sanos. Sólo con abrirlos podemos ver el cielo azul, las flores, los niños, los árboles y muchas otras clases de formas y colores. Al vivir conscientemente somos capaces de apreciar estas maravillosas y renovadoras cosas y, de modo natural, la mente se llena de alegría. La alegría contiene felicidad, y la felicidad alegría.

Observar que los demás son felices nos llena de alegría, como también nos alegramos de nuestro propio bienestar. ¿Cómo podríamos sentir alegría por los demás sino la sintiéramos por nosotros mismos? La alegría es para todos.

El cuarto elemento del verdadero amor es la ecuanimidad, desasimiento, la no discriminación, serenidad, desapego. Si tu amor está lleno de apegos, discriminación y prejuicios, o si se aferra a las cosas, no se trata del verdadero amor. La gente no comprende el budismo, cree que es indiferente y frío, pero la verdadera ecuanimidad no lo es. No se trata de no amar, sino de amar sin discriminación. Significa que en un conflicto, aunque no nos incumba notablemente, somos capaces de mantenernos imparciales, amando y comprendiendo a ambas partes. Nos despojamos de cualquier tipo de discriminación o prejuicio, y eliminamos las fronteras entre nosotros mismos y los demás. Para comprender a otra persona y amarla de verdad debemos ponernos en su piel y volvernos una unidad con ella. Cuando consigamos hacerlo, desaparecerá el concepto del “yo” y “los demás”.
Sin este elemento, es muy probable que tu amor se vuelva posesivo. La persona que amas es como una nube, una brisa, una flor. Si la aprisionas en una lata de conservas perecerá. Y sin embargo esto lo hace mucha gente. Roban a la persona amada parte de su libertad, hasta que ya no puede ser la misma. Viven para satisfacerse a si mismos y utilizan al ser amado como instrumento para llevar a cabo sus propósitos. Eso no es amor.


Los Cuatro Inconmensurables Estados de la Mente tienen la naturaleza del interser, así como todas las enseñanzas de Buda.

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Extraido de: "El corazón de las enseñanzas de Buda" por Thich Nhat Hanh

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