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¿Cómo saber si estoy avanzando en la práctica Budista?

A menudo nos hacemos esta pregunta. Leemos notas, estudiamos textos y libros, escuchamos y leemos experiencias de otros compañeros, enseñanzas de los maestros, nos interesamos en cursos, tal vez nos inscribimos a ellos. Quizás pasemos todo el día distribuyendo nuestra atención en esto. Pero a final de cuentas, podemos sentirnos "mareados" en el camino espiritual.

Es hora de ser francos y preguntarnos:

¿Qué sucede cuando estamos solos en silencio, en la intención de meditar y concentrarnos?

¿Qué sucede cuando estamos realizando nuestras actividades diarias? Hay más o menos agitación?

¿Cuánto de lo aprendido estoy aplicando?

¿Cuánto de lo leído es aplicable a mis experiencias personales?

¿Cuánto de lo que estudio, estoy integrando a la vida diaria?

¿Qué tal es mi atención? Es mayor, es menor? Puedo darme cuenta?

¿Cuánto del propio sufrimiento estoy debilitando?

¿Cuánto bien estoy procurando a los demás?

Estas preguntas enfocan nuestra atención, a la raíz de nuestras intenciones. El motivo por el cual emprendemos el sendero espiritual es para alcanzar mayor felicidad. No estamos conformes con lo realizado hasta el momento, con lo practicado hasta el día de hoy. Hay cierta insatisfacción, un sinsabor que queremos eliminar. "Todos los seres sintientes queremos ser felices y huir de lo que nos causa sufrimiento" dice Dalai Lama. Y es el motivo por el cual iniciamos el camino. Este debe ser nuestro lema, nuestro norte que no podemos perder.

También, hay una frase muy potente de Shantideva en "La práctica del bodhisattva", que resume todo el camino espiritual: “Todo el sufrimiento viene de quererse a uno mismo más que a los demás”.

Entonces, debemos atender el hecho de que no importa cuánto tiempo invirtamos en la lectura, en la escucha y la acumulación de conocimiento si nada de esto es aplicado. Si no comprendemos el sufrimiento humano y sus causas, no podremos comprender la felicidad genuina y sus causas.

Estamos acostumbrados a vivir en sociedades donde la acumulación, la apariencia y la rapidez son las premisas para obtener la "aparente felicidad" Vemos carteles, publicidades, fiestas, eventos y celebraciones donde esto es el epicentro de toda acción colectiva.

Y es completamente opuesto a lo que debemos cultivar. En el sendero budista, en la práctica espiritual, se avanza de manera gradual, enfocamos la atención a nuestro interior, nuestra mente, al momento presente, de una manera serena, ecuánime y pacífica. Con tolerancia, con paciencia momento a momento, día a día. De esta manera desarrollamos poco a poco una fortaleza que nada tiene que ver con la fuerza y la rapidez abrupta con la que se mueve el mundo.

Estamos habituados desde hace muchos años a funcionar de una manera contraria a la que pretendemos hoy. Es momento de ser totalmente transparentes con nosotros mismos: todo aquello que hicimos, pensamos, y hablamos hasta hoy, nada de todo esto nos condujo a la felicidad genuina, verdad?. Todo eso solo nos arrojó al apego, la arrogancia, malas interpretaciones de quienes somos, confusión. En una palabra: al sufrimiento.

Entonces, tomemos la firme decisión de encarar este nuevo proyecto de vida con total compromiso, entrega, apertura y perseverancia. Debemos ser muy pacientes y tolerantes, tener en cuenta estos importantes aspectos. Debemos comprender nuestras limitaciones para preservarnos en todo momento.

A veces, podemos avanzar 5 pasos y otras retroceder 6. Otras avanzar 7 y no retroceder ninguno. En ocasiones, pasa un tiempo largo hasta que logramos comprender y avanzar 1 paso. Y nada de esto determina qué está "bien o mal". En la práctica, tendremos que comenzar a aprender a evaluar nuestras experiencias en términos de "útil y benéfico" a "inútil y desfavorable". Si estamos atentos, de todo siempre ganaremos algo y saldremos airosos y más sabios.

A esto nos referimos cuando hablamos que el avance no se mide de manera lineal sino progresiva. Pero es muy importante recordar, en todo momento, la intención, la causa de nuestro esfuerzo: queremos felicidad. Ese es nuestro parámetro:

¿Cuánta felicidad estoy cultivando? ¿Esto me da más o menos felicidad? ¿Cuán benéfico es para mí? ¿y para quienes están a mi alrededor? Es esto útil o inútil?

Vigilemos nuestra felicidad como un faro que no pierde de vista al barco, aún en la más ruda de las tormentas.


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